¿Lograste libertad o tuviste que morir para obtenerla?

¿Lograste libertad o tuviste que morir para obtenerla?

Muchos buscan ser libres; unos fuman, otros toman e inclusive algunos se suicidan; yo en cambio, me voy por algo más sencillo: escribo...

lunes, 21 de enero de 2013

Notas perdidas en Aviñón

Él sueña con un inmerso despertar. Ella taciturna, tras primaveras con sus abriles de extenso poder y albedrío. Ellos vivieron un sueño, ahora sueñan con la vida. Sueños latentes, sueños espinados. Él se sienta bajo la sombra de un árbol. Imagina a la sombra desplazándose con cautela al pasar el sol. La imagina recorriendo los suelos de la vieja Europa. Que pasea por los viñedos empapados de añoranza. Que pasea sobre los mares secos por amargura. Por las casas y negocios fracturados desde más occidente. Que resbala por las planicies pintadas de rojo. Él imagina que el sol brilla en la tarde sobre Europa, sin embargo la sombra no se va. El sol no se mueve. La brisa no suena. Él observa a su imaginación y le escupe. Es un sueño la tarde, un sueño el mañana y el tiempo no da para eso. Cualquier segundo es un saludo a la muerte.

Ella deambula por los caminos y observa. Se imagina que aquella ciudad, que aquel pueblo es uno mismo, piensa en la suavidad del sueño que solía vivir. Ahora los colores se esconden en escala de grises. El café y el vino no se reconocen en un vaso de papel. La suavidad se encalla. La mente explota. Ella no encuentra hogar, no diferencia, no distingue. Ellos saben soñar porque desconocen vivir. Ellos no saben si pisan Francia o Alemania. Preguntan por su hogar. Europa se fragmenta y cae en trozos de papel. El Estado sucumbe ante la ambición.

Ellos al ser de nada son de todos. Son unos. Unos que reclaman, unos que no saben, unos que lloran. Necesitan de aquel que ve. De aquel que tiene tiempo de soñar porque sabe que el sueño da vida. Unos dispuestos a seguir a ese que sabe dónde caminar. Son ellos entes que buscan un ser. Son grises que buscan un color. Son sombras que buscan viajar al paso del sol. El sol de Italia y el sol en Alemania brillan sobre los unos. El sol del sueño embriaga al europeo. Confía en la tarde ilógica. La inverosimilitud es. Es color que gotea en rojo de las viejas heridas. Es la brisa que sopla y suena en los Pirineos. Es el brillo del dulce mañana. El sueño le sonríe al fantasma de Europa. El sueño grita el regreso. Es bello el sueño. Él y ella despiertan en la vieja Londres, en aquel Moscú, en esa Viena. Se levantan con mirada perdida. Con ojos mojados. Giran el cuello al árbol y ven la sombra. El llanto comienza. El gris camina por la vieja Europa. ¿Será la sombra de un recuerdo la que pese como plomo en alma? Son las figuras que bailan en las noches de Paris las que se recuerdan. Las frases de “crisis”, de “imposición”, de “fe” pintan los muros de ladrillo. El europeo se concentró en querer ser. Él y ella sueñan con las tardes en Varsovia. Sus mentes prontas a regresar explotan como dos hermanos en querella. Desesperados. Olvidaron quiénes son, ese sueño carcome su memoria y están destinados a la guerra. Una guerra por dejar de soñar.

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